De los modos de hacer. Un panorama
Tener un hacer. Yo no tengo un hacer. Hago que hago.
No finjo, sino que opero. Estoy a la escucha, abierto a la
posibilidad de una experiencia no reglada. Para que sea
posible la sorpresa constante, debe existir una continua
ignorancia de maneras y métodos que la fusionen.
Una característica inseparable de mi práctica ha sido ese
topetazo sempiterno y constante con la novedad
instigada. La imposible empresa del regreso a lo
conocido es parte de mi volátil voluntad de erradicación
en prácticas y disciplinas. Soy, por convicción, un ágrafo
impenitente. Desde el principio, desdeño la práctica del
post hasta que no sé del pre, al menos, sus más
convencionales raíces. Para q se abra una falla, saber y
no-saber deben encontrarse concernidos. Ya sea por
escrito o sobre lienzo, protagonizando Hamlet o arañando
con cacharreo el harsh noise, sin saberlo, he puesto base a un entramado laberíntico que suma jergas sin método para crear una voz de voces, una mirada atravesada por otras lentes con la cronología errabunda del que juega a estar en las reglas sin darse importancia, con humor y desprejuicio. Como pintor o como artivista sonoro, en forma de poema o de película de arte y ensayo, encajo el extrañamiento en mis huecos para definirme extranjero en las materias que me avivan. Puedo hacer de exiliado por gusto, desarraigando el gesto de andarríos para migrar de la figuración a la abstracción, del rock al ambient, de la fotografía callejera al videoclip. Glitcheo las interrupciones que marcaron el anarchivo que ha sobrevivido a mis quehaceres, las veces que tuve que destruir obra por falta de espacio, los discos duros que quedaron inutilizados, los ordenadores en llamas. La memoria no deja de moverse. Así Incorporar resulta olvido. Podemos abrazar ser anacrónico para golpear con ritmo el método, desviar material del sentido que le venía dado, produciendo un efecto de distanciamiento crítico a la vez que de revisión y extrañeza. W. Benjamin dice: la memoria no es un instrumento para conocer el pasado, sino su teatro. Teatro como acción. Hago en cualquier medio sin que ninguno me ocupe por entero. Todo mi trabajo es un fénix. El cuerpo es archivo de saberes. El anarchivo no almacena, sino q actúa. El conocimiento por el arte no da algo sino que ubica en otra situación. Quiero decir, cualquiera de los proyectos abordados en mi trayectoria profesional han sido ubicuos. Tienen como común denominador la deriva y el rizoma. Tienen mismos órganos pero distinta piel. Son líquidos en esencia y transformables en apariencia. Fatuos.
Tener un hacer. Yo no tengo un hacer. Hago que hago.
No finjo, sino que opero. Estoy a la escucha, abierto a la
posibilidad de una experiencia no reglada. Para que sea
posible la sorpresa constante, debe existir una continua
ignorancia de maneras y métodos que la fusionen.
Una característica inseparable de mi práctica ha sido ese
topetazo sempiterno y constante con la novedad
instigada. La imposible empresa del regreso a lo
conocido es parte de mi volátil voluntad de erradicación
en prácticas y disciplinas. Soy, por convicción, un ágrafo
impenitente. Desde el principio, desdeño la práctica del
post hasta que no sé del pre, al menos, sus más
convencionales raíces. Para q se abra una falla, saber y
no-saber deben encontrarse concernidos. Ya sea por
escrito o sobre lienzo, protagonizando Hamlet o arañando
con cacharreo el harsh noise, sin saberlo, he puesto base a un entramado laberíntico que suma jergas sin método para crear una voz de voces, una mirada atravesada por otras lentes con la cronología errabunda del que juega a estar en las reglas sin darse importancia, con humor y desprejuicio. Como pintor o como artivista sonoro, en forma de poema o de película de arte y ensayo, encajo el extrañamiento en mis huecos para definirme extranjero en las materias que me avivan. Puedo hacer de exiliado por gusto, desarraigando el gesto de andarríos para migrar de la figuración a la abstracción, del rock al ambient, de la fotografía callejera al videoclip. Glitcheo las interrupciones que marcaron el anarchivo que ha sobrevivido a mis quehaceres, las veces que tuve que destruir obra por falta de espacio, los discos duros que quedaron inutilizados, los ordenadores en llamas. La memoria no deja de moverse. Así Incorporar resulta olvido. Podemos abrazar ser anacrónico para golpear con ritmo el método, desviar material del sentido que le venía dado, produciendo un efecto de distanciamiento crítico a la vez que de revisión y extrañeza. W. Benjamin dice: la memoria no es un instrumento para conocer el pasado, sino su teatro. Teatro como acción. Hago en cualquier medio sin que ninguno me ocupe por entero. Todo mi trabajo es un fénix. El cuerpo es archivo de saberes. El anarchivo no almacena, sino q actúa. El conocimiento por el arte no da algo sino que ubica en otra situación. Quiero decir, cualquiera de los proyectos abordados en mi trayectoria profesional han sido ubicuos. Tienen como común denominador la deriva y el rizoma. Tienen mismos órganos pero distinta piel. Son líquidos en esencia y transformables en apariencia. Fatuos.